¿Debe ser el cine un simple entretenimiento, o tienen los cineastas la misión ineludible de hacer pensar y reflexionar a los espectadores? ¿Se ha convertido el séptimo arte en un simple negocio, en un show que se aleja más y más del arte, mientras se acerca al producto prefabricado? Este tipo de cuestiones no son ni mucho menos nuevas, y siempre han estado revoloteando entre los que nos dedicamos al mundo del espectáculo, de la cultura, en todas sus facetas. El artista quiere plasmar sus ideas, su forma de entender del mundo, en su obra. Y eso significa que, en ocasiones, estará muy alejado de lo que los espectadores esperan. Incluso puede que ni siquiera entiendan lo que quiere decir con su película, y que por tanto, se aleje de las grandes masas, que son al final las que suelen pagar una entrada. La película no será demasiado rentable, pero será una obra totalmente libre y a gusto de su creador.
Pero, a día de hoy y con el formato de cine que venimos disfrutando desde hace décadas, ¿es esto factible? ¿Vale la pena gastar una pequeña fortuna en hacer un producto que solo satisfaga el ego de un autor, pero se estrelle en las carteleras? ¿Y quién querría producir algo así sabiendo que su dinero seguramente no estará de vuelta? Los productores suelen buscar siempre el máximo beneficio posible en estos proyectos, y eso supone crear películas que intenten contentar a todo el mundo. El público es el que paga la entrada y hace que un filme tenga éxito o no. Sin embargo, la tiranía de las tendencias, de las modas, puede generar que al final la cartelera solo cuenta con películas muy similares, que encajen en los gustos del público, pero carentes de toda personalidad. Cada vez hay menos directores autorales, de esos valientes que expresan justo lo que quieren decir en sus proyectos, con total libertad. Y van quedando menos porque apenas hay sitio para ellos en una industria en la que prima el negocio por encima del arte. Uno de los últimos baluartes de ese cine como arte y provocación es, sin duda, el francoargentino Gaspar Noé.
Un director muy provocador
Reconocido en todo el mundo como un auténtico enfant terrible, Noé ejemplifica cómo este término ha perdido por completo su significado hoy en día. Y es que el tipo solo quiere hacer cine de autor, expresando emociones y sentimientos que le obsesionan, de una manera profunda y en parte provocadora. Ha entendido que una película no te puede dejar frío, más en una época como la nuestra en la que tendemos a olvidarnos de todo lo visto al instante. Sus filmes podrán gustar más o menos, pero sin duda alguna llaman la atención, porque generan polémica, críticas a favor y en contra. La provocación ha sido siempre su santo y seña, aunque eso no significa, como muchos piensen, que es el único valor de sus proyectos. Su arte va más allá de la provocación, que no es más que un gancho, una excusa para llamar la atención.
El sexo, protagonista de Love
¿Y qué es lo que utilizaría hoy en día un director para provocar al público? Un tema que, por muy manido que esté, siempre provoca reacciones airadas cuando aparece en la pantalla: el sexo. Es una temática muy recurrente en los trabajos de Noé, que siempre ha sentido especial predilección por el sexo como forma de conexión entre los seres humanos, algo que se demuestra en sus películas. También lo ha utilizado como arma para provocar, para mostrar nuestra parte más tierna y también la más oscura. Cualquiera que haya visto Irreversible seguro que sigue teniendo pesadillas con aquella escena en el túnel… En 2009, el cineasta fue un paso más allá al rodar un segmento de la película explícita Destricted, donde un par de actores tenían sexo ante las cámaras sin ningún tipo de censura.
En 2015 llegaría Love, su cuarto largometraje, y una demostración más de que Noé no quería dejar indiferente a nadie con sus películas. Cada filme tenía algo especial, y en este caso, la estética estaba al servicio de la historia. El filme nos habla de Murphy, un joven estudiante de cine que rememora una época feliz y a la vez tormentosa de su vida, a través de la relación con una joven llamada Electra. Tiempo después de terminar con ella, Murphy piensa en todo lo que vivió con su amante, en una época donde se dejaba llevar por completo a través del sexo y las drogas. La historia central sirve a Noé para reflexionar sobre cómo nos relacionamos con los otros a través de un canal tan intenso como inestable, el sexo. Hay escenas explícitas en la película, involucrando a sus tres protagonistas en lo que muchos consideraron “porno bien rodado”.
Su polémico estreno en Cannes
Amado y odiado a partes iguales por los críticos y los espectadores, Noé ha conseguido colarse entre los directores más personales del mundo en la actualidad. Eso le sirve para poder estrenar sus películas en festivales importantes, como Toronto, Sundance o el propio Festival de Cannes, donde su presencia siempre es sinónimo de polémica. El propio director se ha encargado en muchas ocasiones de alimentar esa controversia con declaraciones y entrevistas. Para Love, afirmó que había rodado la película porno comercial más cara de la historia. De hecho, la mayor parte de los tres millones de euros de presupuesto se fueron en las cámaras en 3D. ¿Hacía falta una tecnología así para un drama erótico? Aquello daba igual. Noé quería volver a provocar a todos, y lo consiguió… a medias.
El estreno en Cannes estuvo rodeado de polémica y expectación, por saber qué era lo nuevo que traía el genio francoargentino. Sin embargo, muchos quedaron decepcionados después de ver la película. Noé había utilizado el 3D en ciertas escenas sexuales, de una manera incluso vulgar en algunas ocasiones, y sin ningún tipo de sentido en otras. El problema, para ciertos críticos, es que se había dejado llevar por su propio cliché de provocador, consiguiendo que la película fuera solo un pastiche erótico sexual. Poner escenas explícitas no hace que una película sea más transgresora. De hecho, algunos críticos especializados entendieron que era la más “normal” de todas sus producciones, a pesar de contener dichas escenas, ya que la historia no acababa de arrancar.
¿Porno elegante o cine con sexo?
El estreno de Love en salas se produjo también con polémica, ya que por el contenido explícito de algunas escenas fue calificada como R en muchos países. Su limitada distribución no impidió que muchos disfrutaran de ella en la gran pantalla, lo que acabó en una nueva batalla entre defensores y detractores del director. Noé sabía que aquellas escenas explícitas iban a provocar esa reacción, así que las rodó con todo lujo de detalles. Para algunos, esta historia no es más que un remedo pretencioso de los filmes eróticos de los 80 y 90. Para otros, es una historia profunda donde el sexo se trata con naturalidad, como cualquier otro proceso en la vida de los protagonistas. El caso es que, como de costumbre, Noé no dejó indiferente a nadie.